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Una de las cosas que más gozo como sacerdote es ver cuando la gente después de confesarse sale contenta y con una gran sonrisa, porque han experimentado el perdón de Jesús y se sienten libres de todo pecado. Muchas veces somos nosotros mismos los que nos juzgamos y no nos perdonamos, lo cual nos lleva a cargar innecesariamente con mucho peso que nos cansa y nos agobia.

Hoy se nos quiere volver a recordar el amor tan grande que Jesús nos tiene y que nos espera siempre con los brazos abiertos para regalarnos su paz, a través de su perdón; y reanimarnos en la esperanza que el pecado nos ha robado. Vamos a reflexionar en Evangelio de Mt 18, 12-14.