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Cuando alguien tiene una personalidad que tiende al perfeccionismo, puede ser alguien que sufra mucho por la exigencia constante que se impone a sí mismo, pues no se permite ningún error, por mínimo que sea. Pero lo malo es que a veces el perfeccionista también les exige mucho a los otros y puede que no les tenga paciencia cuando los demás se equivocan o no trabajan al ritmo que él. Hoy vamos a descubrir la eterna paciencia de Dios, quien sabe que estamos en un proceso de conversión.