Volvamos al dogma del crecimiento permanente, aceptado por economistas y políticos como la panacea que asegurará que la riqueza material llegue a los más necesitados. Con todo, Henderson muestra por medio de diversas pruebas que ese modelo, por el cual la riqueza “escurre” para los pobres
es totalmente irreal. Así tasas altas de crecimiento económico no sólo contribuyen muy poco a amenizar los problemas sociales y humanos más urgentes sino que también, en muchos casos, son
acompañados con un desempleo creciente y con un empeoramiento general de las condiciones de vida, tales como éxodo rural, hinchazón de las ciudades y aumento real de los productos básicos.
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