En el vuelo que me trajo a Estados Unidos viajaban por lo menos tres ciudadanas que se habían sometidos a procesos de cirugía estética. Son fáciles de identificar porque llevan una malla de color característicos que parece un uniforme. Una de esas mujeres viajaba en primera clase y llevaba a un costado el drenaje propio de una intervención de ese tipo. Las veces que la miré tenía un rostro de dolor.
Les cuento esta historia porque ayer de nuevo recibí la comunicación de una familia dominicana residente en NY que acaba de perder una hija en un procedimiento de cirugía estética y que ha iniciado un proceso contra el médico. Yo no sé ni de medicina ni de derecho pero supongo que demostrar una responsabilidad semejante en un tribunal es harto difícil.
Estos casos son reiterados y puede que haya responsabilidades compartidas, más allá de la posible mala práctica no creo que viajar con una intervención tan reciente sea lo más saludable.
La semana pasada les comenté superficialmente el caso de otra ciudadana esta vez de la diáspora en España presionada por un abogado para que le entregara 500 mil pesos en efectivo en un banco. Esa señora compró un apartamento que le entregaron físicamente pero nunca recibió un titulo y fue desalojada.
Son dos historias distintas, pero tienen en común el hecho de que ciudadanos de la diáspora resultan engañados en operaciones, transacciones y servicios que requieren en la República Dominicana en la mayoría de los casos por desconocimiento de sus derechos o por mala asesoría.
En el segundo caso hablo de los ahorros de una vida pero en el primero hablo de una vida y nada es más valioso que una vida.
La decisión de una mejoría a la apariencia es casi un derecho aunque es provocado por la presión social sobre las mujeres, pero lo único que se puede decir ante la avalancha de muertes de hermanas de la diáspora es que se informen sobre los profesionales que le ofrecen ese servicio y luego que se cuiden. Montarse en un avión con heridas recientes, vapulearse con el ajetreo de un día de aeropuerto no puede ser bueno para la salud.
Cada vez que me llega un correo de esta naturaleza me angustio, me pongo en el lugar de las familias que registran estas pérdidas pero quiero apelar a esas familias porque quizás una intervención a tiempo salva vidas.