En pocos países del mundo la población le tiene miedo a su congreso y a su justicia pero aquí es parte de la vida.
La elección de una nueva cámara de cuentas, la investigación en curso a la actual y los documentos públicos e información confidencial que circula en torno al tema reflejan el terror a que la impunidad prevalezca en un caso que determinará el curso de nuestro futuro inmediato y que determinará el rumbo del actual gobierno.
Personalmente no quiero creer todo lo que se dice de las acciones de la jueza María Garabito pero quisiera que el presidente de la Suprema Corte se diera por enterado. Yo supongo que el magistrado Luis Henry Molina no sabía de los vínculos cercanos de la magistrada con la familia Medina. Nadie tiene que saber de todo.
El tema pasa de delicado. Yo supongo que el presidente de la Suprema Corte sabe que todos los procesos de investigación de la corrupción pasan por las acciones y decisiones de la Cámara de cuentas y que su pifia es propia de la condición humana.
Este país no está en condiciones de relajar con el hartazgo social y todavía hay gente que no lo entiende. No lo entienden en la justicia y parece que no lo entienden en el congreso donde se le sigue dando vuelta a varios temas que se entendía que ya estaban superados. La perdida de las expectativas puede ser capitalizada por cualquiera y eso es peligroso o más que peligroso.
Yo supongo que la reunión del PRM de ayer y la convocatoria para el domingo es un intento de ordenar la casa. La credibilidad del presidente sigue alta pero su partido y el locoviejismo político en algún momento le afectarán.