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El apóstol Pablo escribe acerca del papel de la Ley en el plan de salvación:
Romanos 5.13 (RVR60)
Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado.
Romanos 4.15 (NVI)
La ley, en efecto, acarrea castigo. Pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.
Gálatas 3.19 (DHH)
Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue dada ...  para poner de manifiesto la desobediencia de los hombres, hasta que viniera esa «descendencia» a quien se le había hecho la promesa.
Pensemos por un momento que estamos entrando en una habitación totalmente oscura y llena de escombros. Es posible que usted tenga un tacto privilegiado, pero aún así le garantizo que tropezará antes de que pueda dar tres pasos seguidos. Imagine que esta habitación es el mundo antes de que Dios revelara la Ley a Moisés. El pecado ya estaba presente, pero no había sido puesto al descubierto. Ya sea que usted sea consciente o no de él, el pecado le destruirá. Lo entienda o no, está ahí y le causará toda clase de problemas. Ahora piense que alguien ha llegado para limpiar los escombros. Qué es lo primero que esa persona tendrá que hacer? El o ella deberá primero prender la luz antes de que pueda retirar la basura. La luz es lo que revela todo lo que antes se encontraba oculto a nuestros ojos; de la misma forma, la Ley fue dada a fin de mostrarnos la realidad del pecado que siempre estuvo ahí. La Ley no es la solución al problema del pecado, la solución a nuestro problema con el pecado es Cristo! El es quien viene a limpiar la habitación! Sin embargo, la Ley nos permite ver el pecado y comprender nuestra necesidad de Cristo.
Al entender cuál es la función de la Ley, usted y yo seremos capaces de comprender el resto de este libro de Levítico. Le advierto que nos encontraremos frente a frente con pasajes muy difíciles de asimilar para nuestra mente moderna. Una vez allí, será necesario recordar que hemos entrado en el terreno de la Ley. En este terreno todo pecado y toda desobediencia serán descubiertos y recibirán su justa retribución. Sin la gracia que se manifestó siglos después en la persona de Jesucristo, el pecado nos llevará inequívocamente a la muerte física y espiritual.
Ahora que ya estás advertido, permíteme anticipar que no sólo te será difícil comprender algunos pasajes, también te sentirás profundamente dichoso y agradecido a Dios por su gracia y misericordia. Podrás identificarte con cada uno de los personajes en este gran libro, y darte cuenta de dónde exactamente te llevaría tu pecado de no ser por la obra redentora de Cristo en tu vida.