Educar, formar y transformar, tres palabras que podrían cambiar el rumbo de la educación, de la escuela y la familia. A continuación una pequeña reflexión sobre lo que en realidad sueña un maestro, la utopía que nunca vamos a observar, llegaremos a viejos, moriremos y habremos dejado tan solo un grano de arena; infinitos granos de arena, formarán la inmensa playa que compartimos, el sueño y la ilusión de todos los maestros.
Educar
En su origen etimológico la palabra educar proviene de la raíz latina ducere, que significa guía o conducir.
En su origen etimológico la palabra formar proviene del latín formare que significa dar forma, amoldar, componer, crear.
Del origen en latín “transformare” que significa “cambiar de forma”. Pues este verbo toma más relevancia, pues el fin último de la educación es transformar, cambiar de forma la sociedad.
Ahora, desde la antigüedad la educación ha hecho parte de las sociedades. Desde las primeras civilizaciones, todo lo que sabemos es gracias a la educación, se transmitían los conocimientos de generación en generación de forma oral, eso era ya de por sí educación. Luego con la aparición de la escritura, alguien debía enseñar a escribir y por ende un aprendiz siempre estaba dispuesto. La educación ha estado en la historia de la civilización humano, está presente en la actualidad y deberá seguir estando hacia el futuro.
Educar ahora en la realidad crítica, cada maestro desde su propio contexto, impactando sus problemáticas más cercanas para lograr la transformación del mundo que habitamos.