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Cuando vivía en Australia, compré un coche de segunda mano. Más bien de tercera, cuarta o quinta mano. Es muy común allí.

Ese coche ya había recorrido más Australia de la que a mí me daría tiempo a ver. Lo atestiguaban su número de kilómetros y su número de abollones. Pero cumplía y cumplió su función durante los tres años que estuve allí.

Un día, marcha atrás, choqué contra un bolardo. ¡Ay! Con un coche intacto, quizá se me hubiera "encogido el corazón", un poquito. En lugar de ello, paré y, entre risas, dijimos mi amiga y yo: "uno más".

La teoría de las ventanas rotas en la práctica. Te lo cuento en el episodio de hoy 😊