Las consignas que adoptemos como motivación de lucha, no son nuestras verdaderas armas. Por ejemplo, el grito de "con mis hijos no te metas" por parte de familias en contra de la imposición de la ideología de género, puede estar bien en cierto sentido, pero la realidad es que la revolución sexual está ya metida en todas nuestras casas, por el contínuo bombardeo cultural. Si la educación sexual no se da orgánicamente como la instrucción bíblica adecuada, no seremos efectivos. No podemos esperar a la pubertad para enseñar. Si lo hacemos así, ya es tarde. Ya los niños habrán aprendido del mundo, lo que el mundo quiere.