La muerte de Álvaro Prieto, el joven de 19 años que desapareció el pasado jueves en la estación de Santa Justa y cuyo cadáver fue hallado ayer por una cámara de televisión entre dos vagones, es una tragedia que nos llena de indignación y dolor. No solo por la pérdida de una vida llena de ilusión y proyectos, sino también por las circunstancias que rodearon su desaparición y su hallazgo, que evidencian la incompetencia, la irresponsabilidad y la falta de humanidad de algunas personas e instituciones.