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Bienvenidos a Escuchando para recibir bendición.

Comentario al versículo 3

El versículo 3 enuncia la primera de 7 bienaventuranzas que iremos descubriendo en este asombroso libro.

Feliz el que lea en público estas palabras proféticas y felices quienes las escuchen y hacen caso de este mensaje…

Makarios, es la palabra griega que usó Juan para animarnos a leer, oir y guardar esta profecía. Makarios es un adjetivo que significa feliz, dichoso y bienaventurado. 

En este versículo Juan esta citando textualmente al Señor Jesucristo, cuando dijo en Lucas 11:28 ‘bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la obedecen’, de esta forma está nuevamente equiparando la Palabra de Dios ya conocida, con el mensaje de esta profecía. Debemos entender entonces, que ambas, las Escrituras anteriores y las palabras de apocalipsis comprenden en su conjunto la Palabra de Dios. Muchos no leen este libro, porque tiene bastante simbolismo, o porque habla del fin de los tiempos o los juicios de Dios o por la razón que sea, y con esa actitud están menospreciando no sólo la  Palabra de Dios, sino a Jesucristo mismo, el dador de esta revelación.

Podríamos suponer que a los antiguos les quedaba muy cómodo que alguien les leyera la Palabra de Dios recibida de los profetas, pero no era comodidad solamente, sino que en aquellos tiempos no todos sabían leer, por lo que en un principio, fue Moises el que les leía los mandamientos, ordenanzas y estatutos, luego los sacerdotes levitas fueron los encargados de copiar las Escrituras, custodiarlas y leerlas para el pueblo, incluso los gobernadores, como Nehemias y Esdras al regreso de la cautividad leyeron las Escrituras al pueblo. 

La dispersión y la cautividad en Babilonia trajo consigo que por estar lejos de Jerusalén y del templo se instituyeran sinagogas. Sinagoga proviene de una palabra griega que significa  “lugar de reunión” o lugar de oración, y es la misma palabra que se traduce como Iglesia.

Para la época de la destrucción del Templo en el año 70, había unas 400 sinagogas en Jerusalén, y por toda Asia Menor, porque se había difundido mucho la lectura pública.

Cualquiera podía leerlas, no necesariamente un sacerdote o rabino. Los niños a los 12 años hacían su primera lectura de las Escrituras. 

Sabemos por las cartas de San Pablo que los hermanos se reunían en las sinagogas o en las casas y allí se leían también las cartas que él enviaba.

En Colosenses 4:16 Pablo escribe: “cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, hacer que también se lea en la iglesia de los laodicenses y que la de Laodicea la leáis también vosotros”. 

Las Escrituras y las cartas se leían en voz alta para que todos pudieran escuchar. Era un honor que le pidieran a alguien la lectura, y lo hacían con la más absoluta reverencia, para evitar cometer errores en la lectura.

Cuando Juan escribe aqui esta bienaventuranza recordando exactamente lo que había dicho Jesús les está recordando que fue el mismo pueblo de Israel, que tras la primera lectura de los mandamientos, realizada por Moises en voz alta en Exodo 24:7 el pueblo dijo: “Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho y obedeceremos” de esa manera sellaron el pacto con Jehová. 

Se que ya se dieron cuenta que volvemos a ver la palabra obediencia, aunque de forma indirecta, y es que es el hilo conductor por el que vamos analizando  Apocalipsis. “hacer caso del mensaje”, o como otras traducciones dicen “guardan las cosas en ella escritas”, es obedecer.

Para el pueblo hebreo oir y hacer caso, oir y guardar, es como un solo verbo porque ambas acciones están intrínsecamente relacionadas y es la respuesta lógica de quien escucha atentamente la Palabra de Dios.

Entonces, tenemos que disponer en nuestra mente el obedecer la Palabra.