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“Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su hijo unigénito para que todo aquel que en EL cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.  (Juan 3:16) “Y esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y a Jesucristo, a quien has enviado”. (Juan 17:3)

Jesús, el Ungido de Dios, realizó la tarea que su Padre le asignó como a hijo primogénito. Murió soportando el oprobio y cargando la culpa de todos nosotros, y fue sepultado y al tercer día, el Espíritu de Dios le levantó de entre los muertos, dicho de otro modo, nació de entre los muertos cuando resucitó, con cuerpo glorificado, Pablo escribió en Colosenses 1:18 “El primogénito de los muertos, para que en todo tenga el primado”.

Como vimos en el episodio anterior, Dios lo elevó, lo puso más allá de las nubes, alusión a su Ascención cuando todos vieron que fue llevado entre nubes a los cielos. 

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Todos los que hemos creído en El, hemos nacido de nuevo por la fe en Cristo Jesús, hemos pasado de estar muertos en pecado y separados de Dios, a vida eterna.

Juan 1:12 y 13 dice “A todos los que lo recibieron les dio capacidad para ser hijos de Dios. Al creer en su Nombre han nacido, no de sangre alguna ni por ley de la carne, ni por voluntad de hombre, sino que han nacido de Dios”. 

Y estamos invitados a congregarnos con Jesús y su Padre en su reino eterno. Jesús dijo: volveré para tomarlos conmigo para que donde yo esté, estén también ustedes (Juan 14:3)

Jesús, el primero y el único al que la muerte no podía retener, pues El tenía el poder de dar su vida y de volverla a tomar.

El ya había demostrado su poder sobre la muerte, cuando resucitó a otras  personas en su ministerio terrenal, al menos de 3 casos hay registro en los evangelios, y en el antiguo testamento igual hay relatos de resucitados, por el poder de Dios. Es más, cuando Jesús resucitó dicen las Escrituras que muchos resucitaron con él, para demostrar que no le costaba ningún esfuerzo resucitar, que su poder no se agota. Porque El resucitó, podemos estar seguros que también nosotros, los que hemos creído, resucitaremos y seremos parte de su reino eterno.

Porque si Jesús no resuicitó vana sería nuestra fe. 

Salmos 89:27 dice: “El me podrá invocar: "¡Tú eres mi Padre, mi Dios y la roca donde me refugio!"

Como hijos de Dios, también nosotros podemos invocarle, y refugiarnos en El.

Hasta el próximo episodio.