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AMOR Y JUSTICIA

El amor de los hombres no es constante, siempre está cambiando en conformidad a la situación que se presenta. Los hombres aman a su prójimo si le son fieles y no trama males en contra de ellos, pero si le fallan, su amor cambia en odio y rencor, y a la larga terminan vengándose de los que le fallaron. En contraste al amor de los hombres, el amor de Dios nunca cambia, permanece tal cual desde el principio, y permanecerá así por toda la eternidad. Dios derrama su amor sobre los hombres pese a que sean rebeldes, y desobedientes a sus mandamientos. Por ese profundo amor, Dios no derrama inmediatamente su ira sobre los hombres perversos, sino que es paciente y espera que en algún momento recapaciten de su rebeldía y vuelvan a sus brazos amorosos. El amor de Dios no cambia, pero esto no significa que no derramará su justicia sobre los hombres que no muestren arrepentimiento de sus pecados, pues su justicia demanda que todo hombre pecador sea castigado. Malaquías 3:6.