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Hay tres instituciones que han sido ordenadas por Dios en este mundo, cada una con niveles de sujeción y autoridad. Estas tres instituciones son:

1. La Familia: Es una pequeña comunidad de personas relacionadas que tienen como interés el cuidado mutuo unos de otros. Entre ellos hay compañerismo, trabajo y provisión. También hay sujeción y autoridad. Dios ha designado al marido como cabeza de familia, y la esposa debe sujetarse a él. Los hijos, a su vez, deben estar sujetos a los padres. Esto contribuye a un hogar feliz. Cuando las cosas están fuera de lugar, se produce confusión y agitación en la familia.

2. La iglesia local: Esta es una pequeña comunidad de creyentes en el Señor Jesucristo, cuyo interés es la adoración y el servicio a Dios, así como el cuidado mutuo unos de otros. La cabeza de la iglesia es el Señor Jesucristo, y toda la iglesia debe someterse a su liderazgo. Bajo Él se encuentran los pastores, los diáconos y los demás miembros de la congregación (cf. Filipenses 1:1). Cuando se mantiene el orden de Dios en la iglesia, hay bendición y armonía; cuando se viola ese orden, surge la división y el dolor.

3. El Gobierno: Es una comunidad más amplia de personas reunidas bajo un liderazgo central, con el interés del bienestar mutuo de todos los ciudadanos. La sujeción de los ciudadanos a las autoridades del gobierno producirá una sociedad tranquila.

Es la última de estas tres instituciones la que se tiene en cuenta en estos versículos. Dado que somos parte de una sociedad secular, tenemos ciertas responsabilidades hacia esa sociedad. En el capítulo 12, Pablo habló extensamente de nuestros deberes a nivel espiritual y social. En este capítulo, centra su atención en cuestiones seculares. Se enfoca en cómo nos relacionamos con aquellos que están fuera de la iglesia, especialmente aquellos que nos gobiernan en la sociedad, lo cual es un asunto muy importante. Esta mañana tomemos unos minutos para analizar el deber secular del cristiano.