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A medida que avanzamos en este cuarto capítulo de Romanos, hemos sido desafiados por la vida de Abraham. Era un hombre muy reverenciado por los judíos de la época de Pablo, y Pablo apeló a la vida de Abraham para enseñar a sus lectores que la salvación era por fe. Él ya nos ha enseñado que nuestras buenas obras no pueden salvarnos (v. 1-8); luego nos mostró que la circuncisión tampoco tiene el poder de salvar el alma (v. 9-12). Ahora, en estos versículos, Pablo nos va a revelar la verdad de que guardar la ley tampoco puede salvar el alma.

Tristemente, muchos en nuestros días parecen pensar que la salvación funciona de acuerdo con ese principio. Muchos creen que si guardan la ley, entonces serán salvos. Pero, la verdad es que, si alguien cree tal cosa, ¡son culpables de creer una doctrina falsa! La verdad del asunto es esta: ¡nada de lo que hagamos puede salvar nuestras almas!

Esta es la lección que Pablo quiere enseñarnos esta mañana. ¡Él quiere que aprendamos la verdad de que la ley es un sistema imperfecto, mientras que la fe es un sistema que cien por ciento funcional! Miremos esto un poco más profundamente mientras pensamos en el tema: “Justificados, no por ley, sino por fe”.