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En nuestro mensaje anterior, hablamos sobre cómo se perdió el paraíso. Aprendimos que Adán, el padre de toda la humanidad, pecó contra Dios. Como resultado de su pecado, el mundo entero se sumió en la oscuridad. El pecado de Adán tuvo consecuencias nefastas para toda la humanidad. A medida que avancemos en este capítulo, veremos aquí cómo se recupera el paraíso. ¡Lo que Adán perdió, Jesús lo volvió a recuperar!

Para muchos lectores de Romanos, este pasaje es muy difícil de entender. Cuando se lee, parece muy confuso. Esto hace que estos versículos sean extremadamente difíciles de bosquejar. Sin embargo, la comprensión puede ser mucho más sencilla, si lo vemos como una serie de contrastes. Pablo está demostrando a sus lectores, la diferencia entre lo que resultó con el pecado de Adán, y lo que podemos recibir en Jesucristo.

Personalmente, puedo ver tres grandes contrastes que se mencionan aquí. Para mí, esos tres contrastes desenredan estos versículos y aclaran su enseñanza. Quiero compartir mi comprensión sobre el asunto; y por el momento, puedo decir que los capítulos previos han estado preparando el camino para llegar a este punto. El punto es que, donde Adán falló, Cristo prevaleció. Lo que perdimos en Adán, lo recuperamos, y mucho más, en Cristo. Meditemos, pues, en la recuperación del paraíso a la luz de este texto bíblico.