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Dado que han pasado varias semanas desde que comencé a predicar sobre la carta de Pablo a los hermanos en Roma, hemos aprendido la verdad de que todos los hombres son pecadores, y necesitan de un Salvador (cap. 1-3). Hemos aprendido que la verdadera justicia y la salvación es posible mediante la fe en el Señor Jesucristo (cap. 4-5). Hemos aprendido que en Jesucristo estamos muertos al pecado y a la ley (cap. 6-7). En nuestro mensaje anterior, aprendimos que hemos sido librados de la ley, al haber muerto juntamente con Cristo. Sin Cristo estábamos casados con un marido cruel y exigente, al cual, era imposible satisfacer. Sin embargo, por el evangelio, ahora estamos casados con Cristo, quien nos ha tratado con amor, misericordia y perdón. Estas son verdades benditas que siempre debemos tener presente.

En los versículos que tenemos ante nosotros esta mañana, Pablo ilustrará su enseñanza sobre la ley, al permitirnos echar una mirada sumamente íntima sobre la vida de un hombre que vive sin Cristo y bajo la ley. Pablo se involucra a sí mismo en esta ilustración, como si nos estuviese dando su autobiografía, sobre todo cuando vivía sin Cristo y bajo la ley.

Con todo su argumento, Pablo va a revelar un lado del hombre que la mayoría trata de mantener profundamente enterrado, oculto. Los versículos 7 al 13, nos hablan de los días en que Pablo no conocía a Cristo, nos lleva de regreso a una época de su vida, donde la ley regía todo lo que él era y hacía. Él compartirá con nosotros lo que ha aprendido acerca de la ley y su condición delante de Dios en esa condición. No será algo bonito; pero es una enseñanza que cada persona necesita escuchar y comprender. Caminemos junto con Pablo en este viaje a su pasado, cuando era un fariseo moralista y de cómo logró librarse de esa vida de perdición. Consideremos las lecciones que Pablo compartirá con nosotros, mientras consideramos el tema, “Las funciones de la ley”.