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Hay varias cosas que deben distinguir a una persona que es cristiano de una que no lo es. Piensan diferente, actúan diferente, caminan y hablan de manera diferente. Y esto se debe a que, el que es cristiano, está siendo guiado, a través de las Escrituras, por el Espíritu Santo. Su vida debe ser distinta a la que tienen las personas del mundo. Bueno, es de este estilo de vida diferente, el enfoque de este octavo capítulo de Romanos.

Hasta ahora, el apóstol Pablo nos ha estado recordando que, en nuestra vida natural, aquella que vivimos sin Cristo, es una vida que está bajo la ira de Dios. Nos ha dicho que no podemos salvarnos por nuestra bondad, ni por nuestras obras religiosas. Nos ha dicho la gran verdad de que la salvación es producto únicamente de la gracia de Dios. Ahora, después de describir la vida de pecado, la vida de obras religiosas y la vida vivida bajo la Ley, y después de mostrarnos cómo cada una de ellas está muy lejos de poder salvar el alma, dirige su atención a la nueva vida que está bajo la potestad y dirección del Espíritu de Dios.

Todo este capítulo, que es uno de los más importantes de la Biblia, trata sobre experimentar una nueva vida dirigida por el Espíritu Santo. En estos primeros cuatro versículos, nos habla acerca de la liberación que tenemos en Cristo. Particularmente, nos dice que hemos sido liberados de tres elementos de la influencia del pecado en nuestras vidas. Nos centraremos esta mañana en esas tres áreas de las que hemos sido liberados. Les invito a seguirme en estos versículos, mientras meditamos en el tema, “liberados en Cristo Jesús”. ¿De qué hemos sido liberados?