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Hasta ahora, en Romanos, Pablo ha dedicado un tiempo considerable a detallar la necesidad de salvación del hombre. Hemos aprendido que el hombre es un pecador y que mora bajo la ira de Dios. Hemos aprendido que nada asociado con la religión humana, las buenas obras, la ley y sus rituales puede proporcionar la salvación a la humanidad. Hemos visto que dependemos totalmente de la fe en Cristo para llevarnos a una relación correcta con Dios. Todo se reduce a darnos cuenta de que no es lo que hacemos lo que marca la diferencia en la salvación de nuestras almas, se trata de a quien conocemos. Cuando conocemos a Jesús, tenemos salvación, cuando no conocemos a Jesús, estamos perdidos (cf. 1 Juan 5:12).

Con esta verdad firmemente asentada, Pablo avanza ahora en su discusión de las doctrinas de la salvación. Ahora, Pablo comienza a decirles a sus lectores los beneficios de ser salvo por gracia a través de la fe. En estos primeros 5 versículos del capítulo 5, Pablo nos dice por qué los verdaderos creyentes pueden regocijarse en su salvación. Es ese tema que quiero abordar ahora. Quiero decirles por qué los verdaderos creyentes pueden regocijarse. Si últimamente, no hemos estado de buen humor, quiero mostrarles por qué todo hijo de Dios tiene derecho a alabar al Señor y estar lleno de gozo inefable y glorioso (cf. 1 Pedro 1:8).