El apóstol Pablo ha estado insistiendo, que los efectos espirituales que la ley produce en aquel que vive sin Cristo es la esclavitud y la perdición eterna. En estos versículos, el apóstol ilustra el caso describiendo un gran conflicto que todo hombre padece, sobre todo cuando vive sin Cristo. Pablo dice que todo hombre sabe hacer el bien; pero lamentablemente no puede hacerlo. Así como todo esclavo bien pudiera vivir en libertad, no puede hacerlo dado el régimen legal en el que vive. Así como un esclavo anhela la libertad, así todo hombre puede tener el deseo de guardar la ley de Dios. Pero, así como el primero no puede ser libre, puesto que es un esclavo, así el hombre no puede guardar la ley porque es culpable de pecado. Quiere guardar la ley, pero la realidad es que la ha quebrantado.
Algunos han pensado que este texto habla de “la lucha del cristiano”. Llegan a esta conclusión porque Pablo usa pronombres en primer personal singular. Por ejemplo, en el versículo 14, dice, “yo soy carnal”. En el versículo 18, dice, “Y yo sé que en mí… no mora el bien”. Pero, estas mismas declaraciones nos ayudan a entender que Pablo no está hablando del cristiano. En primer lugar, y aunque el texto bien puede mostrar una lucha, la verdad es que Pablo habla de una lucha perdida. Pablo no solo describe a una persona “carnal”, sino a una en la que “mora el pecado” (v. 17). Por tanto, es imposible que Pablo esté hablando de la experiencia o la lucha que el cristiano tiene con el pecado.
Las palabras de Pablo tienen que ver con una persona “miserable” (v. 24), con una persona que, por el pecado, vive en un “cuerpo de muerte” (v. 24). Con una persona que necesita ser liberada (v. 25). Luego, no hay nada aquí para el cristiano, a menos que ese cristiano quiere volver a la ley, o quiera mezclar la ley y la fe para su salvación.
Consideremos, pues, lo que Pablo tiene que decir a aquellos que viven sin Cristo, y así, están bajo la condenación de la ley. Meditemos eso, mientras tenemos en mente nuestro tema, “Una lucha perdida”.