El general José de San Martín leía unas cartas en su despacho*. Terminada la lectura, se volvió para llamar a un muchacho de unos dieciséis años que esperaba de pie junto a la puerta.
-Voy a encargarte una misión difícil y honrosa. Te conozco bien; tu padre y tres hermanos tuyos están en mi ejército y yo sé que deseas servir a la patria. ¿Estás resuelto a servirme?
-Sí, mi general, sí – contestó el muchacho.
-Debes saber que en caso de ser descubierto te fusilarán* – continuó el general.
-Ya lo sé, mi general.
-Muy bien. Quiero enviarte a Chile con una carta que no deber caer en manos* del enemigo.
¿Has entendido, Miguel?
-Perfectamente, mi general – respondió el muchacho. Dos días después, Miguel pasaba la
cordillera de los Andes en compañía de unos arrieros.