SE CUENTA en el Istmo de Tehuantepec, con el
nombre de binigulaza, la leyenda más vie-
ja de la tradición zapoteca.
Unida la historia de los orígenes, ha
llegado hasta nosotros, después de un
largo itinerario, incompleta, borrosa, y
de trecho en trecho, brincando sobre
abismos. Y entonces se pierde su rastro, y hay
que revolver la tradición, fracturar la palabra,
adelantar y retroceder el acento para hallarla. Y se
la encuentra con una huella nueva, y a veces, en cada rumbo
de la misma época, distinta.
Por flexible, la palabra binigulaza puede significar, según
que avance o retroceda el acento, varias cosas; y a cada signi-
ficado puede corresponder, perfectamente, una leyenda dis-
tinta.