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Description

“Felicidad” es uno de los cuentos más extraordinarios que se hayan escrito en lengua alguna. En él, como en gran parte de la obra de la Mansfield, lo que ella consigue es una cosa imposible: al poner punto final, trasciende todo el contenido del cuento.

Es verdad que la felicidad no tiene historia. Pero la Mansfield sabe, como nadie, describir la felicidad que brota del puro y solo hecho de estar vivo y apoyarlo en una mancha de sol, en el humo azul que brota de la quema de un montón de hojas de otoño o en el aroma de unas petunias. Esa felicidad que resplandece en muchos de sus cuentos a veces es tan aguda que la sabemos insostenible, sentimos que únicamente nos está mostrando cómo ha sido y cómo es en el momento previo al desastre, pero no siempre sucede así.  Ella escoge pequeñas anécdotas que rozan, amenazan, nublan por un instante esa felicidad, pero que de ninguna manera la destruyen sino que la siguen sosteniendo, y hay incluso un cuento, “El señor y la señora Williams”, que es la pura narración de una mañana cotidiana de tan radiante dicha que nos produce angustia, y esa angustia no está causada únicamente por el temor instintivo que sentimos de que sea destruido lo perfecto, sino por la agudeza con que está sentida, descrita, y que nos parece insostenible… Pero se sostiene, como si eso fuera lo más natural del mundo. ¿Y por qué no habría de serlo en el universo tenso, vibrante, milagroso de Katherine Mansfield?

Pero de ella misma nos viene ese temor: de su sonrisa. Nadie como ella para la sonrisa equívoca, tierna-cruel, irónico-festiva, insinuada, esquiva, oculta pero acechante. La sonrisa es una de las armas principales de Katherine Mansfield. Sabe sonreír de tantas maneras que a veces nos confunde: la ironía (un elemento tan determinante en muchos de sus cuentos) se confunde con la ternura y hasta con una piedad aparentemente amable. Por supuesto que estoy dejando de lado cuentos como “La mujer del almacén” o “La muchacha que se sentía cansada”, “Ole Underwood”, etc. Los cuentos terribles merecen otro encuadre.