Raspa mi alma un viejo recuerdo,tu rostro empañado emerge, Disgustada como siempre, aunque hoy sonreías.¿Qué significado le doy a estas visiones insospechadas?Cabalgas en equinos nocturnos, rebeldecomo jinete errante de mis sueños.Tus palabras tardías desplazan el aire,y me asfixio; mis lágrimas impiden que te abrace,y entre llanto, te pierdo.Te desvaneces en las letanías desesperadasde un hombre despedazado, de rodillas en un camposanto.O en el desamparo de un niño sin padreque busca a su madre;en las sombras del suburbio, te pierdo.Y tus Caricias que parecen de acero perforan mis huesos, ahora espectros repletos de ensayos fallidos.o intentos, intentos de explicarme, parca, deshecha,altiva, sucesos que solo las experiencias entienden.Quisiste decir, hace ya mil lunas, que no fui un estorbo.Que no fuiste lo que deseaste ser. Que más de lo que entregaste, quisiste dar,que buscaste amar lo que no amaste.Ahora me visitas en la vigilia ligeraen donde no distingo entre quimeras y pesadillas.Solo yazco cansado, sin fuerzas, sin anhelo de mirara Alnilán de Orión y sus heridas.Tu vacío profundo me angustia,y lo que digas o recuerde, ya no me redime.Te añoro y me inquieta saber que las memoriasno tienen carne ni huesos. No todavía.Este sendero desprovisto de canciones y versos me aterra,me aterra morir sin ti, sin tu herencia;callado y doblemente fallecido.Sin ceremonias, sin despedida, sin rezos.Ya no estoy para comenzar de cero. No sé cómo.Me espanta reconocer que cada momento nuestro—las peleas y reconciliaciones, los celos y las caminatas,los reclamos y las exigencias, los insultos y la urgencia,y tu belleza inigualable—todo fue, todito habría sido solo un intento.
