Salmo 6
Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con furor.
Apiádate de mí, Señor, que desfallezco;
sáname, Señor, porque se tiemblan mis huesos
y todo mi ser se estremece.
Y tú, Señor, ¿hasta cuándo?
¡Vuélvete a mí, Señor! ¡Líbrame!
¡Sálvame por tu misericordia!
Porque, entre los muertos, nadie se acordará de ti.
¿Quién podrá alabarte en la mansión de los muertos?
Estoy cansado de gemir;
mis lágrimas humedecen mi cama cada noche
y empapan mi lecho;
mis ojos se consumen de tristeza,
debilitados por todas mis contrariedades.
¡Apártense de mí, malhechores!
Porque el Señor escuchó mi llanto;
el Señor atendió mi súplica;
el Señor aceptó mi plegaria.
¡Que se avergüencen y tiemblen mis enemigos,
que retrocedan avergonzados de inmediato!