Somos víctimas de nuestro ego.
Ese que nos dice que aun no estamos ahí y que necesitamos trabajar más duro y por más tiempo y entonces, tal vez, estemos a la altura.
¿Ya te diste cuenta del círculo vicioso?
Nunca termina. Como un perrito persiguiendo su cola o el burro con la zanahoria.
Parece que avanza pero nunca se acerca al objeto del deseo.
¿Qué hacer?
Bueno. Aquí te va mi opinión.