En este episodio, se analizan los Salmos 115 al 118. El salmista declara que solo Dios merece ser alabado y glorificado, ya que demuestra su amor inquebrantable y fidelidad. Aunque las naciones se burlen del pueblo de Dios, este puede confiar en Él como su ayuda y escudo. Los ídolos hechos por el hombre no son dignos de alabanza, pero Dios cuida de su pueblo y los bendice. Los Salmos 116 y 117 son canciones de agradecimiento y alabanza a Dios, invitando a todas las naciones a alabarlo. El Salmo 118 describe la procesión hacia Jerusalén y destaca la importancia de Jesús como la piedra angular rechazada pero crucial para la salvación.
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