Miguel Gutiérrez Saxe.
Hace más de un siglo, cuando el alumbrado no era eléctrico, pasaba por las calles de las principales ciudades del país, el guardián de los faroles. Conforme avanzaba, anunciaba la hora aproximada y calificaba la situación. Por ejemplo, decía en voz alta: ¨Las once y sereno¨. Así recorría la ciudad, con cierta parsimonia, el encargado de vigilar la paz de los vecinos y el funcionamiento de un servicio tan importante como el alumbrado público.
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