Tirar sopa de tomate a los Girasoles de Van Gogh. Pintar el Congreso con sangre falsa. Pegarse a los marcos de las Majas de Goya. El tiempo se agota, y las protestas ecologistas se están volviendo cada vez más estrambóticas, mientras crece la preocupación de la ciudadanía ante la voracidad de empresas y pasividad de gobiernos. ¿Está funcionando la desobediencia civil del movimiento climático? Hablamos con tres activistas de perfiles muy diferentes —Sam Gómez (Futuro Vegetal), Agnès Delage (Rebelión Científica) y Juantxo L. de Uralde (Equo)— para entender el fin y los medios de la acción directa.