El organismo del ser humano es un sistema bastante complejo que requiere de forma permanente energía para vivir. Esta energía, que es adquirida a través de los alimentos, para luego ser transformada en nutrientes, representa el combustible que el cuerpo necesita no sólo para alcanzar un adecuado desarrollo, sino también, para mantenerse en un estado saludable.
Cualquier actividad que realicemos durante el día y la noche, consciente o inconscientemente, como, por ejemplo: caminar, correr, respirar, reparar tejidos, hacer la digestión o permitir la circulación de la sangre, conlleva a un continuo gasto energético que el mismo cuerpo crea, con la única finalidad de conservar activas cada una de nuestras distintas funciones.
Mantener un balance entre lo que se consume y se gasta en energía cada día, se conoce con el nombre de equilibrio energético. Para los expertos, cualquier alteración que se haga en relación a este proceso, origina problemas que por lo usual los sentimos y vemos reflejados a través del padecimiento de ciertas enfermedades.
