Tomado del Libro “Una Vida con Propósito” Todos tenemos algo que guía nuestras vidas. Quizás, lo que te guía en estos momentos sea un problema, un plazo o una exigencia. Puede que seas guiado por un mal recuerdo, un temor constante o una costumbre involuntaria. Hay cientos de circunstancias, razones y sentimientos que guían nuestras vidas. Entre todas ellas, cito las siguientes:
A muchos los guía la culpa. Se pasan toda la vida huyendo de sus errores y ocultando su vergüenza. Quienes cargan culpas son controlados por sus recuerdos. Permiten que su futuro sea controlado por su pasado. Sin darse cuenta, se castigan a sí mismos, saboteando sus propios logros. Somos el resultado de nuestro pasado; pero no tenemos que ser prisioneros del mismo.
A muchos los guía la ira y el resentimiento. Se aferran a heridas que nunca logran superar. En vez de sacarse el dolor por medio del perdón, lo repiten una y otra vez en sus mentes. El resentimiento te daña más a ti, que a la persona con la que estás resentido. Recuerda que quienes te hicieron daño en el pasado no pueden seguir haciéndolo, a menos que te aferres al dolor por medio de estas emociones destructivas.
A muchos los guía el temor. Sus temores pueden ser el resultado de una experiencia traumática, de falsas expectativas, de haber sido criados en un hogar de disciplina rígida o incluso de una predisposición genética. Cualquiera que fuere la causa, las personas por el temor pierden la maravillosa oportunidad de aventurarse a emprender nuevas cosas, de lograr cambios o de crear nuevos escenarios.
A muchos los guía el materialismo. Su deseo de adquirir cosas se convierte en la meta principal de sus vidas. Recuerden que las posesiones sólo traen felicidad temporal. Como las cosas no cambian, tarde o temprano nos aburrimos de ellas, entonces las cambiaremos por otras nuevas, más grandes o más modernas.
Sea lo que sea que esté guiando en este momento tu vida, toma en consideración que todos fuimos creados para un propósito definido en la vida. Nada es más importante que conocer los designios de Dios y nada puede compensarte el no conocerlos, ni siquiera el éxito, la riqueza, la fama o los placeres.