José fue vendido como esclavo por sus propios hermanos y enfrentó injusticias, pero nunca permitió que la corrupción de Egipto lo apartara de Dios. Aun cuando la esposa de Potifar intentó seducirlo, él prefirió huir y mantener su pureza. Su fidelidad lo llevó a la prisión, pero más tarde a gobernar Egipto. Esta historia nos recuerda que, aunque el mundo nos presione, nuestra fidelidad a Dios traerá su recompensa.