Un policía en fuga, un queso robado y un mate mal cebado. Con esos detalles mínimos, Daniel Hendler arma Un cabo suelto, película que acaba de recibir una mención especial del jurado en San Sebastián, tras pasar por Venezia Spotlight y ganar el WIP Latam 2024.
Juan y Dianela la miran en clave rioplatense: comedia de huida que nunca estalla en carcajadas, pero sostiene la sonrisa gracias a un humor seco, apático, casi absurdo. Un cabo argentino cruza a Uruguay para desaparecer, y en el camino roba, improvisa, negocia. Tranza. Ligera, sí; ingenua, no: Hendler prefiere mostrar la confianza de lo cotidiano rural—queseros, cajeras, abogados— antes que el cinismo urbano.
La crítica lo confirma: Screen Daily la llamó “deadpan delight”, OtrosCines celebró su “estructura virtuosa”, y en Desistfilm Mónica Delgado, nuestra colega y amiga, destacó cómo el recorrido por caminos rurales expone diferencias culturales con ironía, aunque advierte su riesgo de localismo.
Un cabo suelto funciona como road movie sin destino final, pero también como retrato de frontera, donde los límites nacionales se vuelven difusos. En tiempos de miserabilismo cinematográfico, Hendler apuesta por personajes generosos y finales abiertos.
Capítulos
0:00 Presentación y contexto
0:55 Ficha de la película: Hendler, reparto, festivales
2:08 El tono: humor sereno y amable sin buenismo
6:39 Identidad, frontera y el mate como delación cultural
14:22 Montaje, saltos temporales y crítica a la policía
20:24 Comunidad, generosidad y contraste ciudad–pueblo