Cuando se trata de ejercer una profesión, nos esforzamos por cumplir con las reglas y los protocolos. Cuando nos dedicamos a llevar la palabra de Dios no existen tales requisitos, es una locura a la que solo Dios le da sentido, pero sus resultados siempre son maravillosos.
La historia en este episodio nos demuestra que el temor a ejecutar lo que Dios pone en nuestro corazón, puede impedir que milagros se cumplan y vidas se salven. Debemos echar fuera el temor y caminar firmes y convencidos de que el Espíritu Santo, siempre nos acompaña y nos ayuda a cumplir con nuestra misión.