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A principios de 2019 ocurrió un hecho que pasó inadvertido para la población chilena, pero que puede dar luces de lo que podría suceder con mayor frecuencia en un futuro cercano. En Quintero, una mujer denunció que las cámaras de la plaza grabaron una escena íntima de ella, la que posteriormente se hizo pública. Esto produjo un problema mayúsculo en su vida personal y representó una grave vulneración sobre el control de sus datos personales.

En países líderes en tecnología como China, se usa hace ya un tiempo el reconocimiento facial a través de cámaras y algoritmos; por ejemplo, en las protestas de Hong Kong, criminalizando las manifestaciones sociales. Esto es doblemente peligroso, ya que al temor de la filtración de datos se suma la subjetividad de los algoritmos que podrían provocar aún más acciones racistas y sexistas que se desprenden de forma consciente o inconsciente de sus creadores. Esta tecnología excede los usos de seguridad pública, ya que es muy probable que en un futuro próximo los rostros sean transformados en contraseñas para que empresas puedan entrar a las base de datos de las y los usuarios antes de entrar a sus tiendas, con la intención de optimizar la atención, o bien, de protegerse en caso de recibir algún visitante no deseado.

En Chile. la televigilancia ya es una táctica fundamental del control de la población. Al principio, fueron cámaras rudimentarias puestas en lugares estratégicos, como esa plaza de Quintero, pero con el pasar de los años la tecnología permitió modernizarlas con mejor calidad de imagen a menor costo y en variedades de formato. Por eso, el martes 18 de marzo de 2020, cuando el presidente Piñera puso en marcha el Sistema de vigilancia móvil en la región Metropolitana, mediante drones con cámaras de alta definición y reconocimiento facial, se encendieron las alarmas respecto al control de los datos privados y el diseño de los algoritmos. Pero, por sobre todo, el riesgo de someter a la población a una vigilancia constante y omnipresente de una institución cuya ética y confianza están por los suelos, como Carabineros de Chile.