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Pareciera que el modelo democrático que rige actualmente en varios Estados-naciones como es el caso de Israel, España, Egipto, Argelia, Ecuador, Colombia o Chile, se encuentran en una crisis de legitimidad.

En Chile, la pandemia ha llegado en medio de un momento constituyente, fruto de la explosión social que vivimos desde el 18 de octubre. Las protestas que no habían cesado desde ese día, tuvieron que detenerse ante la arremetida del COVID-19 y el control social que esta derivó. Pero el fondo del clamor popular se visibiliza aún más con el manejo gubernamental paupérrimo de la pandemia, desnudando aún más las desigualdades económicas y sociales, así como el comportamiento de una casta política a la que le cuesta encontrar respuestas apropiadas para la ciudadanía de a pie, quedando de manifiesto una total falta de representatividad. Nadie puede ni quiere vivir con un Ingreso Familiar de Emergencia de 65 mil pesos (Meganoticias, 2020). Esto no es una ayuda, es una limosna estatal.

¿Esto revela que la democracia como forma de organización política y social podría desaparecer? Lamentablemente, siempre está la posibilidad de que eso suceda. Quizás volver a la monarquía, como algunos nostálgicos anhelan, o tal vez las dictaduras, que tantas bondades le ha traído a un sector conservador y privilegiado en Chile y en otros países de Latinoamérica.  O quedar a merced de Bolsonaros y Trumps, y sus fobias a lo auténticamente humano. Por ahora, solo nos queda defender esta idea como la mejor forma de organización social, en búsqueda de una sociedad justa, igualitaria y digna, y no una plutocracia que se viste con ropajes democráticos, pero que duerme junto a un fusil en manos de su guardia pretoriana… no vaya a ser que el “roterío” se subleve.

¿En qué medida la solución a la crisis de la democracia chilena pasa por incluir un paradigma deliberativo?