Hay momentos en los que todo parece detenido hasta que algo haga clic. Como si no pudiéramos movernos sin entender primero lo que sentimos, lo que queremos o lo que viene después. Esta necesidad de tener claridad constante sobre quiénes somos, sobre lo que nos pasa, sobre qué decisión tomar se convierte muchas veces en una trampa. Porque mientras buscamos respuestas, se nos escapa el presente. Porque confundimos no saber con estar mal, y el vacío con algo que hay que llenar urgente.