Recordar lo que Dios ha hecho es detenerse en el camino y levantar un altar en la memoria, un altar invisible pero real, construido con gratitud y con fe. No es simplemente traer a la mente hechos pasados, sino reconocer que cada paso, cada victoria y cada aprendizaje han sido sostenidos por su mano. La memoria se convierte en un espacio sagrado donde el alma se inclina y reconoce que no hemos llegado hasta aquĆ por nuestras fuerzas, sino por su fidelidad.
Tu amigo Israel Meza, que Dios te bendiga siempre y recibe un fuerte abrazo.