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Sobre cada una de las expresiones que el apóstol Pablo utiliza para describir al fruto del Espíritu, hay un paralelo humano y natural. Observe lo siguiente: el hombre tiene una forma humana de amar (aún si no conociera o creyera en Dios). Las personas pueden gozarse o alegrarse por muchas razones o circunstancias, aún sin vida espiritual.

Piense por un momento en todas las falsas versiones humanas del fruto:

1- Amor: relaciones románticas, amistades, vínculos familiares, etc.

2- Gozo: cuando una persona recibe una buena noticia, un regalo, un negocio que tiene éxito, momentos de diversión…

3- Paz: Aquella que puede alcanzarse por medios humanos, como la meditación, tiempos de soledad y descanso, comodidad financiera, niveles de seguridad humanos, etc.

4- Paciencia, mansedumbre y templanza: Producto del carácter humano, por experiencias de la vida, por interés personal o por afectos naturales.

5- Benignidad y bondad: expresiones del bien humano que se encuentran en el ser humano, aún sin Dios.

6- Fe: aquella que opera en los hombres para creer lo que no ven, pero que no siempre les lleva a conectar con el evangelio, sino con sus propias expectativas naturales. También la capacidad de tener visiones personales y proyectos para llevarlos luego a su concreción.

De hecho, tenemos estas palabras en nuestro vocabulario porque existen realidad humanas y naturales que le dan lugar. Sin embargo, debemos entender que la naturaleza, potencia y gloria de un fruto espiritual no tienen paralelo alguno con aquellas expresiones humanas. Podemos llamarlas igual, pero no tienen nada que ver una con otra.

Por decirlo de alguna manera: “nada tienen que ver el amor con El Amor”. Se llaman igual pero no son lo mismo. Para que un fruto sea Espiritual y Verdadero, debe responder a la naturaleza de Dios en una persona, su origen y alimento debe ser la vida espiritual.

Por ejemplo: si una acción de amor puede explicarse externa al Espíritu, no es un fruto del Espíritu.

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