¿Estamos realmente preparados para enfrentar el sufrimiento de la manera que Dios nos llama a hacerlo?
El sufrimiento es algo inevitable en este mundo quebrantado. Ninguno de nosotros está exento: tarde o temprano, la prueba tocará a nuestra puerta, el dolor se sentará a nuestra mesa, y la tribulación marcará nuestras jornadas.
En Romanos 5:3–5, el apóstol Pablo no solo responde, sino que nos deja una declaración que desafía toda lógica humana: “…también nos gloriamos en las tribulaciones”.
¿Gloriarnos en las tribulaciones? ¿Acaso no son la evidencia de que algo salió mal? ¿No deberían ser motivo de tristeza, desaliento o incluso de queja? Y si no es así… ¿qué significa realmente alegrarse en medio del dolor?