Cuando hablo del “aliento” en esta reflexión, no me refiero simplemente al aire que entra y sale de nuestros pulmones, sino al don mismo de la vida que viene de Dios. En la Biblia, el aliento es una imagen profunda del acto creador y sustentador de Dios. Así lo entendía Job, y así debemos entenderlo también nosotros: cada respiración es una expresión de Su gracia soberana, no un derecho adquirido.