Dentro de cada corazón existe una batalla silenciosa: la lucha de señoríos. Es el conflicto entre dejar que Cristo gobierne completamente o permitir que el ego, el orgullo o los deseos tomen el control. A veces decimos “Señor, haz tu voluntad”, pero aún queremos decidir el cuándo y el cómo. Esta lucha no se libra afuera, sino en lo interno, donde la obediencia se pone a prueba. Sin embargo, cuando el alma se rinde y Cristo ocupa su lugar legítimo, la paz reemplaza la resistencia y la vida vuelve a alinearse con el diseño divino. Porque solo hay un trono en el corazón, y quien lo ocupa determina el rumbo de toda nuestra historia.