Crees que lo peor del transporte es ir hecho sardina, que no jale el aire o que un vato te jadee en la nuca… hasta que ves a un don sacándose el ojo de madera, a una ruca rasurándose la axila o a un morrito de 10 años pegado a la teta de su jefa como si estuviera en refil infinito.
Si crees que el transporte público es solo para moverte, quédate, porque aquí confirmamos que también es para perder la fe en la humanidad.