En la vida nada es perfecto y tampoco se supone que lo sea, necesitamos oscuridad para ver luz, necesitamos tristezas para apreciar la felicidad, necesitamos angustia para apreciar la calma… Y aveces necesitamos incluso tragedias, que nos hagan reaccionar, que nos hagan mirar nuestra vida; no de reojo, sino profundamente; para analizarla, para entenderla, para moldearla.
De pronto pensamos que es un día normal, nos levantamos, organizamos todo y algo sucede, una “catástrofe”, una tragedia, un montón de piedras cayendo encima nuestro porque una gran montaña se ha derrumbado. Parecería que de allí no existiera salida, pareciera que nuestra vida se viera pausada por un momento y viéramos como todos los días que hemos vivido han sido en vano. Pero, pareciera… Solo pareciera. Y parece, porque es lo que hemos querido ver. Es cierto, no estamos preparados para que una tragedia suceda: a mi nadie me mandó al mundo con un manual de instrucciones para vivir un duelo, nadie me avisó que mi amada hermana, confidente y amiga, no estaría más entre nosotros, nadie me contó que iba a tener que buscar ayuda para salir de un hueco profundo, nunca llegó a mi casa una carta que me advirtiera del dolor y la tristeza que iba a sentir. Pero pasó… Sucedió así y yo no podía decirle a la vida “ah bueno, todo está mal, sigamos mal”, si la vida misma es un milagro, no podía rendirme ante ella.
Y aunque todo se ve oscuro, siempre hay un poco de luz, aunque sea un hilo fino del cual aferrarnos cuando todo parece turbio y desolador. Sé que ustedes, como yo, tienen dolores en lo profundo de su corazón, todos los tenemos, pero eso no puede ser razón para pararnos, para parar nuestra vida, para detener nuestros sueños, para auto-destruirnos y volcarnos ante la tristeza. Hoy les digo que no hay nadie que vaya a quitar el dolor de sus corazones, no existe un remedio mágico para olvidar la tristeza… Solo existe una cosa, la cual es suficiente por si sola, se llama voluntad y es el deseo que surge de hacer algo, de tomar la decisión, de dar el primer paso, de dejar de enterrarnos a nosotros mismos, de dejar de privarnos del aire que nos rodea.
La vida es magnífica y lo dice una persona de carne y hueso, una persona que ha sufrido, que ha sentido su corazón romperse, de forma casi literal, en mil pedazos. No lo dice alguien que no sabe lo que es tristeza… Lo dice alguien que ve en el mundo un montón de luz acaparada porque no puede salir, porque no la dejamos salir. Lo dice alguien que ve en ustedes, quienes me leen, escuchan y ven, un poder enorme e innegable.
La vida es una gran montaña, con piedritas, con tropiezos, con buenos andares, con caídas, con amigos, con familia, con amores, pero al final y al cabo una gran montaña… Y como gran montaña, hay que escalarla, no podemos tropezar con una piedra y quedarnos allí, porque nuestra meta es la cima y la cima es nuestro sueño, nuestro más grande deseo en el mundo. No espero que vivan mi vida, no espero que tengan el mismo proceso que yo tuve… De hecho, espero que junto a mi, puedan tener un proceso que no dure todo lo que duró el mío… Aprendí a las malas, ustedes pueden aprender a las buenas, con paciencia, haciéndole frente al dolor, mostrándole la cara al miedo, sintiendo tristeza pero no dejando que ésta controle su vida.
Este es un episodio donde he desnudado mi alma y corazón, para contarles porqué estoy donde estoy y porqué hago lo que hago. Espero los nutra y los llene de valor para empezar a sanar y ser felices.