Julieth Rincón no es solo una mujer admirable: es una fuerza.
Una joven ingeniera civil, nacida en Pacho, Cundinamarca, que carga en los hombros una historia familiar dura, pero también una determinación pocas veces vista. Hoy, es la presidenta de FENARES, la Federación Nacional de Representantes Estudiantiles, y su historia es tan poderosa como su voz.
En nuestra charla, Julieth me contó sobre su infancia en una familia atípica —criada por su abuela y sus tíos—, de su camino en la educación pública rural, y de cómo desde muy temprano entendió que el liderazgo no era un lujo, sino una necesidad. Julieth se enfrentó a la pérdida de su padre, a la ausencia de su madre y a las barreras de una sociedad que aún le cuesta aceptar que hay muchas formas válidas de familia.
Fue personera, líder comunal, y más tarde estudiante universitaria gracias a un crédito del Icetex que, aunque fue su tabla de salvación, también le impuso muchas limitaciones. Se graduó como ingeniera civil, aunque entendió a mitad de carrera que esa no era su vocación. Pero siguió adelante, porque rendirse no era opción.
Desde una tusa y una charla con su decana, terminó convertida en líder estudiantil nacional. Hoy representa a miles de jóvenes que luchan por acceder y permanecer en la educación superior, y defiende con argumentos una reforma seria y justa del Icetex. Critica con firmeza —y sin miedo— al gobierno actual por haber cerrado las puertas del crédito educativo a los estudiantes más vulnerables, y ha recibido más de 30 amenazas por no prestarse a ningún juego político.
Julieth se autodefine como de centro. No le tiene miedo a decir lo que piensa, ni a reconocer aciertos y errores venga de donde vengan. Ha estado en espacios tan complejos como las mesas de diálogo con el ELN, y ha demostrado que la voz de los estudiantes no solo debe estar, sino que tiene que ser escuchada.
Este episodio es un homenaje a una mujer que, desde lo rural, desde la marginalidad, desde lo que el sistema a veces intenta invisibilizar, ha logrado hacerse escuchar. Julieth es, sin duda, una de esas personas que nos recuerdan por qué vale la pena seguir creyendo en una educación pública, inclusiva y transformadora.