¿Jony Arenas? ¿Yonis? ¿Jony Albino? Quizá todos o quizá ninguno. A fin de cuentas, son sus poemas los que van a inmortalizarlo y no su nombre, del que además nadie está seguro. Pero no solo es confuso su nombre, también lo fue su convulsa y tropezada vida.
A los 26 años, este poeta, oriundo de las Flores, vereda de Nechí, municipio del Bajo Cauca antioqueño, decidió quitarse la vida colgando el cuerpo que poco le gustaba de una Ceiba en el Parque Arví. Este lugar y, en específico, este árbol, le recordaban a su tierra natal que había abandonado años atrás para venir a Medellín, a comerse la ciudad. En sus últimos días se dio cuenta de que, al contrario de lo que esperaba, la ciudad se lo había tragado.
Cuando era niño, una serpiente lo mordió en un dedo mientras cogía maíz con su abuelo. Para que la gangrena no avanzara, se lo amputaron. Trabajó de sepulturero, pescador, vendedor de papayas, barman, vendedor de libros y cocalero. En 2009 ganó un festival de poesía en Caucasia y luego de haber perdido cuatro veces primero de primaria le empezó a gustar la lectura, la escritura y el estudio.
En el 2016 comenzó a estudiar Bibliotecología en la Universidad de Antioquia, luego de haberse presentado cinco veces sin conseguir pasar. Era amante de la música clásica y la ópera, de la literatura y la poesía, de las mujeres. En los últimos meses fue entrevistado por Mauricio Hoyos, periodista escritor de la crónica Vida y muerte del poeta montaraz. Ahora que se construye el mito sobre su vida y su obra, este perfil radiofónico servirá como testimonio de su existencia.
Con el siguiente poema, Jony nos dijo adiós en el lanzamiento de la revista La musa sonámbula:
Tonada para una despedida
Toma mi mano que voy de salida.
Con esta mano te estoy diciendo adiós
con esta mano que tiene un dedo de silencio
De retorno al árbol voy
a colgar de sus ramas igual que fruto inútil
en busca de caer a sus raíces para hacerme savia
ascender por su tronco hasta ser hoja, sombra para el bosque.
Pon tu caricia sobre este hueso
que pronto será humo, ausencia, nada,
ah, lo ignoras, pero hablas con un fantasma
casi es madera la mano que tocas.
Me estoy yendo
he encontrado un atajo al silencio
con pie desnudo doy ya los primeros pasos
tiemblo, tengo miedo, nada sé del silencio
como un niño hacia los brazos de la madre.
Te digo adiós con lo que aun queda de mí
así, se caen a pedazos los árboles
te veo desde el recuerdo y
mi voz es la voz del que se ha ido.
Si ahora pusieras tu mano en mi pecho o tu pecho en mi mano
mano y pecho, cuánta tierra tendrían que salvar
pecho y mano, extraviarían los caminos
¡qué arduo es volver del silencio!
Toma el recuerdo de mi mano
estoy lejos ahora, te veo como quien cruza un río y olvida
voy subiendo entre los árboles
mi lengua aprende el lenguaje de la hoja.
Con esta entrevista, Fernanda Arenas, hermana; Valeria Isaza, amiga; Gustavo Zuluaga, amigo; Mauricio Hoyos, amigo; y Mateo Ruiz, amigo y entrevistador; le contestamos su despedida y evitamos la muerte de sus letras.
Realizada por: Mateo Ruiz Galvis.
Correo: mateo.ruiz1@udea.edu.co