Hoy estaremos leyendo 1 Crónicas 17 y 18, Romanos 3:1-20 y el Salmo 100. En 1 Crónicas 17, David expresa su deseo de construir un templo para Dios, pero el Señor le responde con una promesa mucho más grande: Dios establecerá su casa, su linaje y su trono para siempre. Esta profecía apunta directamente al Mesías. David reacciona con humildad y adoración, reconociendo que todo lo que tiene viene de Dios. En 1 Crónicas 18, vemos a David como rey victorioso, extendiendo su dominio y estableciendo justicia. La bendición de Dios lo acompaña en todo.
Reflexiona: ¿Cómo reaccionas cuando Dios te dice “no” a lo que deseas hacer? ¿Confías en que sus planes son mejores y más grandes que los tuyos?
En Romanos 3:1-20, Pablo deja claro que todos, judíos y gentiles, estamos bajo el poder del pecado. No hay justo, ni siquiera uno. Nadie puede ser declarado justo por obedecer la ley; la ley simplemente muestra cuánto necesitamos a Dios. Esto allana el terreno para que todos reconozcamos nuestra necesidad de salvación. Nuestra única esperanza no está en nuestras obras, sino en la gracia de Dios por medio de Cristo.
Reflexiona: ¿Estás tratando de justificarte por tus obras o has reconocido humildemente que necesitas la gracia de Dios todos los días?
En el Salmo 100, se nos llama a adorar al Señor con gozo. No por obligación, sino por gratitud. Porque Él nos creó, le pertenecemos y su amor fiel permanece para siempre. Es un salmo corto pero profundo, que nos recuerda que la adoración verdadera nace del reconocimiento de quién es Dios y de a quién pertenecemos.