Hoy estaremos leyendo Job 39 y 40, Gálatas 3:1-14 y el Salmo 121. En Job 39 y 40, Dios continúa respondiendo a Job con preguntas que revelan su sabiduría y poder. Habla de los animales salvajes, de su cuidado por la creación, y de fuerzas que el ser humano no puede controlar. En el capítulo 40, Job reconoce su pequeñez y se queda en silencio ante la grandeza de Dios: “He aquí que yo soy vil; ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca” (40:4). Aquí aprendemos que, cuando entendemos la magnitud de Dios, la mejor respuesta es la humildad.
Reflexiona: ¿Estás dispuesto a guardar silencio y reconocer la grandeza de Dios en lugar de cuestionar sus planes?
En Gálatas 3:1-14, Pablo corrige a los gálatas porque, después de recibir el Espíritu por la fe, querían volver a justificarse por obras de la ley. Les recuerda que Abraham fue justificado por creer a Dios, y que la verdadera bendición llega por la fe en Cristo, no por guardar reglas. Pablo enfatiza: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición” (v. 13).
Reflexiona: ¿Estás viviendo en la libertad de la fe, o todavía cargas con el peso de la culpa y de tratar de ganarte el favor de Dios?
En el Salmo 121, encontramos una de las promesas más reconfortantes: “Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra” (vv. 1-2). Este salmo nos recuerda que Dios es nuestro guardián, que no se duerme ni se cansa, y que protege nuestra vida en todo momento.