Hoy estaremos leyendo Eclesiastés 1-2, Gálatas 4: 1-20 y el Salmo 123. En Eclesiastés 1 y 2, Salomón reflexiona sobre la vanidad de la vida. Habla de la sabiduría, del placer, del trabajo y de las riquezas, pero concluye que todo es “vanidad y correr tras el viento”. Aunque probó de todo lo que este mundo ofrece, encontró que nada satisface plenamente al corazón humano. Esta enseñanza nos recuerda que solo Dios puede dar sentido y propósito verdadero a nuestra vida.
Reflexiona: ¿Estás buscando sentido en lo pasajero o en lo eterno? ¿Estás dejando que Dios sea la fuente de tu satisfacción?
En Gálatas 4:1-20, Pablo explica que, en Cristo, ya no somos esclavos sino hijos de Dios. Hemos recibido el Espíritu de adopción que nos permite clamar: “¡Abba, Padre!”. Pablo también expresa su dolor por ver a los gálatas apartarse de la libertad en Cristo para volver a los ritos de la ley. Nos invita a vivir con identidad de hijos, no con mentalidad de esclavos.
Reflexiona: ¿Vives como un verdadero hijo de Dios, con acceso a sus promesas, o todavía cargas cadenas del pasado que Cristo ya rompió?
En el Salmo 123, el salmista levanta sus ojos al cielo y clama por la misericordia del Señor: “Como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores... así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios, hasta que tenga misericordia de nosotros” (v. 2). Es un llamado a depender de Dios con total confianza, esperando su intervención en medio de la aflicción. Te animo a que levantes tus ojos a Dios con esperanza y mires al Señor en cambio de estar mirando las circunstancias.