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Hoy estaremos leyendo Ezequiel 23-24, Santiago 2:1-13 y Proverbios 17:1-10. En Ezequiel 23 y 24, Dios utiliza imágenes muy fuertes para describir la infidelidad espiritual de Su pueblo. En Ezequiel 23, presenta a dos hermanas —Aholá y Aholibá— que representan a Samaria y Jerusalén. Ambas se prostituyeron con las naciones vecinas, confiando en alianzas humanas y adorando sus ídolos en lugar de confiar en el Señor. Dios revela con claridad que la idolatría no es solo adorar estatuas, sino entregar el corazón a cualquier cosa o persona que ocupe el lugar que solo Él merece. En Ezequiel 24, Ezequiel recibe otra parábola: la de una olla hirviendo, símbolo del juicio sobre Jerusalén. Dios le dice que no haga duelo por la muerte de su esposa, usándolo como una señal profética para mostrar cómo el pueblo pronto perdería el templo —el símbolo de su orgullo— y ni siquiera tendría tiempo para llorar. Este pasaje revela el dolor de Dios por un pueblo que lo ha traicionado, pero también Su soberanía para usar cada situación como una oportunidad de redención. Él no quiere sacrificios vacíos, sino corazones sinceros. Reflexiona: ¿Hay algo que esté compitiendo con Dios por tu atención o tu afecto? ¿Estás entregando a Él todo tu corazón, incluso en medio de las pérdidas y el dolor?

En Santiago 2:1–13, el apóstol confronta un problema común en la iglesia: la discriminación. “Hermanos míos, que su fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas.” Había quienes honraban al rico y despreciaban al pobre, olvidando que ante Dios todos somos iguales. Santiago enseña que mostrar favoritismo es una forma de quebrantar la ley del amor. También recuerda que quien cumple toda la ley, pero falla en un punto, es culpable de todos. Por eso, concluye: “Hablen y actúen como quienes van a ser juzgados por la ley que da libertad. Porque el juicio será sin misericordia para el que no tuvo misericordia; pero la misericordia triunfa sobre el juicio.”La verdadera fe se manifiesta en cómo tratamos a los demás. Cuando el amor de Dios gobierna el corazón, no hay lugar para la parcialidad ni el orgullo. Reflexiona: ¿Tratas a todos con la misma dignidad con la que Cristo te trata a ti? ¿Eres rápido para juzgar o para mostrar misericordia?

En Proverbios 17:1–10, la sabiduría resalta el valor de la paz, la prudencia y la integridad. “Más vale un pedazo de pan seco con paz, que casa llena de banquetes con discordia.” La tranquilidad del alma es más valiosa que la abundancia sin armonía. También enseña: “El crisol prueba la plata y el horno el oro, pero el Señor prueba los corazones.” Dios no se fija en las apariencias, sino en las intenciones más profundas. Además, dice que el amigo ama en todo tiempo y que el necio repite los errores. Por último, advierte: “El que pasa por alto la ofensa cultiva el amor, pero el que insiste en recordarla divide a los amigos.” La sabiduría elige perdonar antes que dividir.